Logrado
el PACTO entre los miembros de una comunidad, mediante el cual cada uno ha
renunciado al ejercicio ilimitado de los derechos que la ley natural le confiere,
surge de inmediato la duda y la consecuente zozobra entre todos: ¿Cumplirá el
otro con lo pactado? ¿Cómo garantizar el acatamiento del pacto? Y sin embargo
es menester preservarlo para alcanzar convivencia y seguridad.
Según
lo ha explicado Thomas Hobbes en su obra Leviatán, los hombres se dan cuenta
que quizá la única forma de garantizar el cumplimiento del pacto, la propia
seguridad individual y colectiva, es otorgando poder y fuerza a una voluntad.
Ahí radica la supervivencia del pacto y por ende de la sociedad, en la entrega
de facultades a esa voluntad para que gobierne a sus miembros y les proteja de todo peligro interno o
externo. La LEY es entonces la expresión de esa VOLUNTAD (encarnada por un
individuo o por una asamblea de individuos). De aquí brota la definición clásica
de ley: “Una disposición
de orden general y permanente que se refiere a un número indefinido de
personas, de actos o de hechos, y que se aplica a ellos durante un tiempo
determinado”.
No resulta
extraño comprender porque algunos filósofos, como Karl Marx, han visto en la ley un
instrumento de dominación (una super estructura de la sociedad), que sirve para
la protección de los intereses de una clase sobre otra. Así las cosas, el
fenómeno jurídico sería una consecuencia de las relaciones económicas e incluso de las relaciones sexuales. Y a medida que
tales relaciones van tornándose cada vez más complejas con el devenir
histórico, así también sucede con la LEY y el DERECHO. Por eso la norma jurídica (consuetudinaria o
escrita) habrá de proteger la propiedad privada de todo agresor o transgresor;
y regulará nuevas instituciones sociales que irán estableciéndose, como el
matrimonio, la paternidad, la familia, etc.
Comentarios
Publicar un comentario